
Pasaste años de sentirte fantasma, los que se apoderaron de tu sombra no podían superar el escalofrío.
Pero las madres, antes de irse, encomendaron a otras mujeres, náufragas, la gloriosa tarea de encerrar en botellas los sueños de sus hijos.
Los protegieron con sus pañuelos blancos.
Y cuando te encontraron te envolvieron con abrazos, para pintar de identidad a tu silueta virgen de certezas.
No te asustes por la falta de memoria y el vacío de ideales.
Ellas conocen el secreto del amor.
Algún día alguien le ganará al sufrimiento y a la injusticia.
Y por tu sangre navegan los genes de los que creen en la felicidad hermanada.