domingo, 19 de junio de 2011

DESENCUENTRO


Estás desorientado y no sabés
qué "trole" hay que tomar para seguir.
Y en este desencuentro con la fe
querés cruzar el mar y no podés.


Ella miraba como el tren se iba, era temprano.
Le gustaba llegar antes, por cualquier inconveniente que pudiera surgir.
Lo esperaría a las tres menos cuarto en la salida de la estación ubicada a la derecha.
Se daría cuenta? La estación estaba tan cambiada ¿Cuál es la derecha para alguien que viene desde Capital?
Esa mesa le permitía ver el movimiento de los andenes y prepararse para el encuentro.
Miró sus manos con las venas salientes y las marcas del tiempo y tuvo la tentación de escapar de esa prueba de memoria y olvido.
Eran las dos y cuarto. Hacía 25 años que no se veían. La última vez se encontraron en un bar de Congreso, ella estaba comenzando con la facultad y él se estaba mudando.
Era un tiempo de muchos ajustes, ella estudiaría, él no, ella veía el futuro con muchas puertas por abrir y él cerraba a disgusto algunas en las que le hubiera gustado descansar.
No sabía porque pero en ese momento en que él hizo una proyección sobre su futuro supo que no lo vería más.
Sin embargo se besaron como siempre, llegaron al límite que ella no quería cruzar y acordaron verse el sábado siguiente.
Él no volvió, no explicó porque, pero ella sabía que había algo de razonable en su alejamiento. Por eso no se enojó y en cambio se llenó de tristeza.
Eran las dos y media. Empezó a ordenar sus recuerdos y a moldearlos para ser contados.
Casamiento, maternidad, divorcio, trabajo, lugares, amigos con los que se cruzó…
Se detuvo en el espejo lateral, su cuerpo de señora, su pelo menos rizado y la misma mirada.
En su celular, catorce y cuarenta y dos. Llamó al mozo, pagó y camino despacio en sentido contrario a la estación.

viernes, 10 de junio de 2011

Palabra


¿Por qué creer en la palabra urgente
si la anarquía de ese cartel distrae
y la esquina retumba hasta empañarla?

Está en juego el credo y la herejía,
el equilibrio entre intención y levedad.

Es demasiado para librarlo a un suceso verbal.

Si la palabra resplandeciera,
si rugiera hasta ahogarse,
si al pasar reconstruyera sueños,
si pusiera en peligro a los inmunes
merecería ser
y librar su batalla.