Estoy en paz,
abandono las estratagemas
y me entrego a la tregua.
La mañana y su impulso,
el ecuador de un mediodía sociable,
me trasplanta al huerto de la siesta.
Puedo cerrar los ojos,
no ver a la ciudad cabalgando corrupta,
que los parpados deshagan ríos ardientes de vigilia.
Envolver mi cuerpo
y dejar que el perdón intente acomodarse.
Abrazarme despacio
y crear en silencio un mantra,
el Verbo,
la palabra segura.
Cobijarme en un nido de edredón y eucalipto
que resista a los vientos de la intolerancia.
Estoy en paz,
conmuto pena
y recupero sueños.
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